Día de la Mujer y simulación
Por Elvira Luna Pineda*
Cada año, de acuerdo al avance en el ejercicio de los
derechos de las mujeres y al balance global respecto el cumplimiento de los
compromisos que los países han adquirido en materia de igualdad, la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) difunde un lema para enmarcar la
conmemoración del día internacional de la mujer. En este 2015 el lema es “Empoderando a las Mujeres, Empoderando a la
Humanidad: ¡Imagínalo! Este lema de acuerdo con la ONU, recrea un mundo en
el que cada mujer y cada niña puede escoger sus decisiones, tales como participar
en la política, educarse, obtener ingresos y vivir en sociedades libres de
violencia y discriminación. En este año además destaca la Declaración de Pekín,
“un plan histórico firmado por 189 gobiernos hace veinte años para materializar
los derechos de las mujeres. Si bien los logros han sido muchos desde entonces,
las brechas que persisten son muchas y profundas”. El día internacional de la
mujer surgió de las actividades de los movimientos obreros durante el siglo XX
en América del Norte y Europa. Desde entonces, ha adquirido una dimensión
global. La historia más difundida sobre
el origen de esta conmemoración se refiere a los lamentables hechos de 1908 en
el que murieron calcinadas más de 100 mujeres trabajadores de la fábrica textil
Cotton de Nueva York, en un incendio provocado por los dueños de la fábrica, en
donde las mujeres reclamaban mejores salarios por las extenuantes jornadas
laborales y las condiciones infrahumanas en las que trabajaban. Como respuesta
obtuvieron la represión de su manifestación y el lugar en el que se encontraban
fue incendiado y murieron. Huelgas y marchas por la igualdad de los derechos
laborales de las mujeres han precedido
el día internacional de la mujer. Se habla incluso de una huelga en la que las
valientes obreras marcharon al grito de “pan y rosas”. “Pan” por su derecho a tener un salario que cubriera sus necesidades
básicas y “Rosas” por el reclamo de
condiciones de igualdad libres de violencia laboral. Es con este antecedente
por lo que el día internacional de la mujer inicialmente era para conmemorar y
reconocer a la mujer trabajadora, sin embargo, en forma gradual esta
conmemoración ha incluido la lucha de las mujeres por la integralidad de sus
derechos, y es así como llegamos a la actualidad. Esta actualidad en la cual es
fácil olvidar y confundir que el 8 de marzo no se trata de una fiesta, no se
trata de frivolizar la fecha ni emular esta conmemoración como si se tratara de
un baby shower o una despedida de
soltera, sino de una real conmemoración que invita en forma obligada a reflexionar
acerca de los avances logrados, incidir en los temas y asignaturas pendientes y
celebrar -por supuesto- la valentía y la determinación de mujeres de a pie que
aun con todas las actuales y reales resistencias, juegan un papel clave en la
historia de sus comunidades.
Este
día debe conmemorarse y no permitir que el estado con la justificación del
“festín” para las mujeres, distraiga su obligación de rendirnos cuentas. Los
gobiernos han optado por celebrar, por festejar y por decirnos que a las
mujeres nos “quieren” porque somos el “alma” y el “corazón”; esto les permite
invisibilizar la desigualdad y marginación social en la que un gran número de
mujeres viven. Preferir el festín permite a los gobiernos ocultar la realidad
del statu quo en el camino hacia la
igualdad de derechos. Institucionalizar el festín permite a los gobiernos
evadir su responsabilidad para que en un ejercicio de transparencia y rendición
de cuentas, reconozcan lo que se ha hecho, lo que no, y lo amplio aun de la
brecha de desigualdad de género en todos los ámbitos del desarrollo social,
económico y político. Parece que preferir la fiesta y arrinconar la
conmemoración les permite a los gobiernos olvidar el grito de “pan y rosas” e
imponer el “pan y el circo”. Es por eso que debemos incidir en la exigencia
para que los gobiernos asuman la responsabilidad que les corresponde para colocar la agenda por la igualdad en un lugar
prioritario e inaplazable en las políticas de estado. “Instamos
a los países a dar el paso por la igualdad de género” dijo en su mensaje en
ocasión del Día Internacional de la Mujer 2015, la Directora Ejecutiva de ONU
Mujeres Phumzile Mlambo-Ngcuka, aseverando que la paridad de género debe
lograrse antes de 2030, a fin de evitar el lento ritmo de progreso que condena
a las niñas y los niños que nacen hoy a esperar 80 años antes de ver un mundo
con igualdad. Un “Planeta 50-50” antes del 2030, esto se puede lograr si los
gobiernos toman con seriedad el tema de la igualdad de género. Como lo he hecho
en incontables ocasiones, aprovecho mi voz y aprovecho mis letras para
reconocer a todas las mujeres comunes y corrientes que cada día
son un verdadero ejemplo de entereza, valor y lucha. A la mujer indígena, a
quien un pueblo que en ella tiene su origen, le llama despectivamente “india” o
“María”; a la que va a la cárcel por robar leche para calmar el hambre de su
hijo; a la que injustamente esta presa y condenada sin saber porque; a la que
fue expulsada de su comunidad por falta de oportunidades y le llaman “migrante”
y es extraña en su propio país. Mi reconocimiento para la mujer que en el
abismo de la adicción una sociedad inquisitiva le llama “drogadicta”; a la mujer
que es víctima de trata y una sociedad cruel y con duplicidad de moral le llama
“puta”; a la mujer que desde niña es condenada a vivir y crecer en una casa
hogar y una sociedad injusta la estigmatiza como “huérfana”. Mi reconocimiento
desde estas letras para la mujer que es padre y madre y no claudica; para la
que cose y plancha ajeno; para la que hace comida, pasteles o cualquier cosa
para vender y poder vestir y alimentar a sus hijos; a la que ejerce el comercio
ambulante y tiene que pagar “piso” a inspectores municipales, líderes gremiales
y demás “autoridades”; a la mujer que en
la empresa, gobierno o sindicato le piden cuota física para promoverla, y a
toda aquella que al no acceder a las imposiciones masculinas es despedida; a la
obrera, la jornalera o la campesina que “goza” de un salario desigual; a la
maestra que cada día educa a una nación y le escatiman su esfuerzo; a la
profesionista que es condenada y excluida por pensar, crear y ser agente de
cambio. Mi reconocimiento a la mujer que pare en la banqueta de un hospital
ante un sistema de salud insensible y obtuso; a esa adulta mayor que la
seguridad social no le alcanza más que para ser empaquetadora en un
supermercado y pasar toda su jornada de pie aun sus más de 70 y tantos de edad;
a la mujer que ni el cáncer, ni la injusticia, ni la discapacidad, ni la
pobreza, ni la exclusión social le impiden seguir siendo una mujer entera, esa
que nunca recibirá una gran placa o premio algún 8 de marzo, pero que lo merece
más que ninguna otra…Y para la reflexión en conmemoración del día internacional
de la mujer, ese día de “pan y rosas”, la frase de Nasreen Amina: “Yo vive a este
mundo para ser libre y no esclava. Vine para vivir, no para figurar como una
mera existencia. Vivo para ser persona y no objeto. Con mis pies aparto toda
etiqueta con la cual se pretende controlarme.
Me tomo la atribución de cuestionar las verdades asumidas y de hacer
profano lo que por siglos se ha tenido como sagrado”.