Por Elvira Luna Pineda
Ex Diputada integrante de la XVIII Legislatura estatal
La “Alerta de violencia de género” fue
incluida por primera vez en la legislación mexicana en la Ley General de Acceso
de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, publicada en el Diario Oficial de
la Federación el uno de febrero de 2007. Esta ley por sí sola vino a
revolucionar el tema e incluir en forma categórica –aun con muchas
resistencias- en las discusiones oficiales los derechos humanos de las mujeres.
Grandes temas considerados tabúes hasta entonces, fueron visibilizados en la
ley. La violencia institucional por ejemplo, problema del cual se hablaba y
argumentaba desde hacía años con la correspondiente negativa gubernamental, se
incluyó en esta ley como uno de los ámbitos de materialización de la violencia
contras las mujeres, por lo cual, ya no era una ocurrencia de un grupo de
mujeres, académicas y asociaciones, sino una realidad reconocida y
conceptualizada en forma legal. Otros temas fueron abordados desde perspectivas
meramente conceptuales, sin dientes para su aplicación y sanción. Uno de ellos
fue el feminicidio, no conceptualizado como tal sino como violencia feminicida.
Sin embargo es dable reconocer que a partir de este concepto incluido en la ley
se inició con un proceso legislativo en todo el país que ha derivado en la
tipificación del delito de feminicidio con todas sus repercusiones, tanto
legales, punitivas, como socio-antropológicas. Hablar de violencia feminicida y
del delito de feminicidio lleva en forma aparejada a plantear sobre la mesa la “Alerta de
violencia de género”. ¿De qué se trata esta alerta? ¿Qué significa y cuál es su
alcance? Analicemos. De conformidad con la ley, la “Alerta de violencia de
género” es el conjunto de acciones
gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia
feminicida en un territorio determinado, ya sea ejercida por individuos o por
la propia comunidad. El objetivo fundamental de la “alerta” es garantizar la
seguridad de las mismas, el cese de la violencia en su contra y eliminar las
desigualdades producidas por una legislación que agravia sus derechos humanos.
Esta alerta debe ser emitida a través de una
declaratoria que emite el gobierno federal a través de la Secretaría de Gobernación,
misma que en su caso deberá notificar al Poder Ejecutivo de la entidad
federativa de que se trate. Uno de los supuestos para iniciar con los trabajos
preparatorios de la emisión de la declaratoria de la alerta es la solicitud que
realice un organismo de la sociedad civil, y bueno, esto ya ha sucedido en Baja
California. Es por lo cual, en respuesta a la solicitud que hiciera la Red
Iberoamericana Pro Derechos Humanos, A.C., la Comisión Nacional para Prevenir y
Erradicar la Violencia contra las Mujeres, ha emitido una convocatoria pública
para conformar el grupo de trabajo ad hoc
para Baja California, el cual deberá estudiar y analizar la situación que
guarda nuestro estado respecto la violación a derechos humanos de las mujeres
por violencia feminicida. Así que mucho hay que hacer. En otros estados de la
República en los cuales se ha planteado la necesidad de esta “alerta” se ha
caído en provocaciones político-partidista, en los cuales se ha observado que
cuando el gobierno de que se trata es emanado de un partido político, la
oposición impulsa la “alerta” más que por un interés legítimo de los derechos
de las mujeres, lo hacen por la perversidad de llevar agua a su molino
politizando y confundiendo el tema. Así que sobre aviso no hay engaños, se exige
tanto del gobierno estatal que estará en la lupa en los próximos meses, como de
los entes y organizaciones participantes, para que su único interés sea el
contribuir en mejores y mayores estándares de respeto a los derechos humanos de
las mujeres y no la partidización de la vida e integridad de las víctimas. Mientras
nos leemos la semana entrante, les invito a reflexionar las palabras de Ayn
Rand: “En qué se queda mi sabiduría si hasta los necios pueden mandarme? ¿En
qué se queda mi libertad, si todas las criaturas, incluso las más viles e
impotentes son mis amos? ¿En qué se queda mi vida, si he de inclinarme, aceptar
y obedecer?