domingo, 25 de enero de 2015

La hermanastra de Blake... Columna.

La hermanastra de Blake…
Por Elvira Luna Pineda
Ex Diputada integrante de la XVIII Legislatura de Baja California


El 22 de mayo pasado, José Francisco Blake Mora, “el Blake” como solíamos llamarlo quienes en vida lo conocimos, hubiese cumplido 48 años de edad. Con el poderoso ex Secretario de Gobernación compartí una importante etapa de mi vida parlamentaria. El día de mi cumpleaños del año 2011, -año de su muerte- recibí en mi oficina en la Ciudad de México un fino sobre cerrado remitido en papelería oficial del Secretario. Cuando me lo entregaron, ya todo el edificio se preguntaba qué era lo que el Secretario me había enviado. Era una tarjeta de felicitación en una sobria, elegante e institucional tarjeta firmada por Blake como secretario de Segob. Cuando le llamé para agradecerle me dijo: “Hermana, tenemos que platicar”, y así fue. Unas semanas antes de la fatal noticia que nos sacudiría a propios y extraños, Blake me recibió en su oficina en el histórico Palacio de Cobián en el Paseo de Bucareli. Era una mañana de lunes, casi al mediodía, tenía varios meses sin verlo y mi principal impresión fue su nueva imagen que mostraba gran pérdida de peso. Con este tema empezó la plática. la dieta, la necesidad de cuidarnos por aspecto y salud, además de hablar de su gran responsabilidad y experiencia al estar al frente de la Segob; me mostró fotos de sus hijos para que viera lo grandes que estaban, hablamos de la situación del país, entre otros temas aderezados con varias tazas de café. Pasada la hora de estar ahí yo me sentí incomoda al pensar que por su investidura, le estaba quitando tiempo valioso, ya que aun cuando siempre lo vi como “par”, sabía que su responsabilidad en el país no era menor, por lo que decidí decirle: “Blake, yo soy obrera y tú eres el Secretario de Gobernación así que cuando quieras que concluyamos nuestra platica no creas que me sentiré ofendida, al contrario, te agradezco el detalle de darte el tiempo de platicar y en tu misma oficina, con todo lo que este lugar representa”. Su respuesta, en tono pausado como él siempre hablaba fue: “No te preocupes, esta platica te la debía, tenemos mucho que hablar, y poner sobre la mesa lo que ha sido el pasado y lo que puede ser el futuro”. Y con esta frase continuamos una larga charla de más de tres horas. La operación cicatriz, la rudeza innecesaria y la construcción del proyecto 2013 se apoderaron de la conversación. Blake solía llamar “hermano” a gran parte de las personas con las que se relacionaba, creo que lo hacía como una forma de romper el hielo y tersar el ambiente de negociación política para convertirlo en camaradería, tema en el cual se movía como pez en el agua. En alguna ocasión en una discusión parlamentaria, la palabra “hermano” iba y venía. El problema fue cuando al quererse referir a mí no supo si decirme “hermano” o “hermana”, y al tartamudear por tratar de encontrar una palabra con la cual nombrarme yo le repliqué: “dime hermanastra, porque ese trato es el que me das”. Un silencio se hizo en la sala y luego quienes ahí estábamos reímos, alisando la discusión y relajando el tenso ambiente político en el que nos encontrábamos. Este recuerdo y el tema de “la hermanastra” también fueron motivo de la conversación en Bucareli. La noticia de su muerte fue tan impactante para mí, tanto, como ver el afán carroñero de quienes se decían “sus amigos” y en consecuencia se sintieron legítimos herederos de la carrera política de Blake. No fue así, su carrera y su futuro murieron con él. En memoria del hermano Blake.