Por Elvira Luna.
Estoy segura que al
leer el título de esta columna la respuesta lógica y natural es: que ya tenemos
muchos y de todos los orígenes partidistas. Les platicaré un poco de que se
trata. A finales de los años ochenta en Baja California vivimos la fiebre de la
“Ruffomanía”, muy parecido a lo que ahora se vive en Nuevo León con el fenómeno
del “Bronco”. Como mujer joven, casi adolescente en aquellos tiempos, una
natural rebelión me invadía –como a muchos- por acabar con los gobiernos
corruptos que hasta aquella época sólo emanaban del PRI, ya que no había
gobernado partido distinto a ellos.
Con toda mi fuerza
e ímpetu juvenil me acerqué al PAN, en aquel entonces –creo que a la gran
mayoría- sólo nos motivaba el sumarnos a una causa ciudadana, democrática,
libre y espontánea para lograr el tan anunciado y prometido “cambio”. El PAN
llegó pero al “cambio” le cerraron la puerta.
El PAN me
convenció, creí en esa gran causa que con un “proyecto de nación” cambiaría el
rumbo de este país atascado en la corrupción, los excesos del poder y la
impunidad. Le creí al PAN. No fui la única. Gran cantidad de mujeres y hombres
en México creímos que el PAN, al ser históricamente la segunda fuerza política,
podría llegar a gobernar y hacer realidad los principios que en la doctrina
prédica y en la realidad olvida.
A inicios de los
años noventa, cuando se decían aquellos discursos estrujantes que convencían a
multitudes, era realmente motivante participar, ya que verdaderamente creíamos
que estábamos abonando a la construcción de una nueva y mejor etapa del país.
Cuando redactábamos
los discursos que se dirían en alguna asamblea, convención o en algún evento
masivo, cuidábamos cada detalle, cada palabra para encender los ánimos y
desatar el furor de los asistentes. Al terminar los ensayábamos, leíamos y
cuando considerábamos que hacía falta una frase para encender más aun el
ambiente y el frenesí del evento, invariablemente alguien decía: “ahí hace falta un gobierno corrupto”,
esto con la finalidad de incluir en el texto del discurso estas palabras, ya
que al mencionar “el gobierno corrupto”
era invariablemente procedente del PRI y la reacción que ocasionaba era un
“bravo” apabullante porque lo que queríamos era que estuvieran fuera del poder.
Las cosas han
cambiado, ahora como ciudadanía sabemos que “el gobierno corrupto” no se limita a colores, ni partidos y mucho
menos a ideologías. Como ciudadanía casi en estado de indefensión hemos
constatado que la democracia y la alternancia en el poder solo nos han traído
un relevo en el mando, aparejada de la voracidad de una oposición complaciente
mientras le lleguen al precio.
Es lastimoso que
ahora el PAN, ese partido que –en teoría- coloca en el centro de sus principios
de doctrina a “la dignidad de la persona
humana” nos quiera convencer de que
es mejor al gobernar aplicando el “muertometro”.
Es decir, “placea” a su expresidente y a su esposa, y nos bombardean de mensajes
en redes sociales sobre las bondades de su gobierno; y con indignante
numerología destacan que en su gobierno “sólo” hubo 121 mil 683 personas
asesinadas en forma violenta”. Claro, además de desaparecidos, secuestrados,
familias desplazadas por la violencia, entre muchas desgracias y desvergüenzas
más. El ex presidente Calderón denunciado por “delitos de lesa humanidad” ante
la Corte Penal Internacional en La Haya, sale a la calle y con singular
desmemoria nos emplaza a volver al PAN, ¿porque no habríamos de volver? si en
su sexenio sólo dejó de acuerdo con cifras oficiales del INEGI 121 mil 683
muertes violentas, lo que significa más de 56 personas asesinadas al día y más
de dos por hora. ¿Dónde quedó el valor de la persona humana? Si bien es cierto
ningún partido hoy en día es garantía de buen gobierno, honestidad y control
del poder en beneficio de la ciudadanía, comprobado está y con creces que el
PAN tampoco. Entre esos 121 mil muertos también hay niños y niñas, también hay
madres, también hay personas enfermas, padres de familia y personas inocentes
que se cruzaron con la perversidad; pero ahora tal parece que el poder los cegó
y que la avaricia por seguir detentándolo les hace creer que la sociedad ya
olvidó.
Definitivamente los
gobernantes presentes y pasados le apuestan a la desmemoria ciudadana. El PAN
que le reclamaba a Felipe Calderón haber enviado a este instituto político al
tercer lugar en la elección presidencial del 2012 ahora lo trae por todo el
país como regalito de dios. A él en campaña, a su esposa buscando la dirigencia
del PAN y a su hermana la gubernatura de Michoacán, sin olvidar a Marianita
Gómez del Campo haciendo campaña desde el Senado y moviendo sus piezas en el
Distrito Federal.
La corrupción, el
nepotismo, la todología de los funcionarios que hoy están en áreas de agricultura
y mañana en educación, la simulación de causas ciudadanas, la creación de
consejos creados ad hoc para no hacer nada y repartirse dinero público, el
abuso del poder, el uso de programas oficiales para fines político-partidistas,
entre muchos otros temas, eran parte de aquellos discursos de “los gobiernos corruptos” del PRI, que al
llegar los gobiernos del PAN, lejos de erradicar esas prácticas, las institucionalizaron al
engolosinarse con las delicias que descubrieron con el abuso del poder.
A la distancia y
lejos de mi casi adolescencia, definitivamente afirmo que no necesitamos otro
gobierno corrupto, ni en discurso ni en la realidad, ya hemos tenido suficiente.
Que no vengan más partidos, de muchos colores y con miembros reciclados a
decirnos que ahora sí. Como ciudadanía no queremos otro gobierno corrupto.
Hagámoslo posible. Menos gobiernos corruptos y más ciudadanía activa y
responsable. Nos leemos la semana entrante.