Por Elvira Luna Pineda
Cualquier terror en la ficción está siendo superado
por nuestra sociedad actual. Los hechos violentos que diariamente dan cuenta
los medios de comunicación, algunos más sanguinarios que otros, seguramente
ninguno de nosotros nos enteramos, en primer lugar porque terminaríamos
enfermos de leer tanta maldad, segundo porque no tenemos tiempo de leer tanta
noticia desagradable y tercero simplemente por salud mental. Sin embargo hay
hechos que trastornan la cotidianidad –violenta por cierto- de nuestras
comunidades. Es el caso del terrible asesinato de un niño de sólo seis años en
Chihuahua. Sus asesinos, según dicen “jugaban
al secuestro”, no lo creo. Veamos porque. De acuerdo con referencias de
distintos medios de comunicación Chistopher Raymundo era un niño de seis años
de edad. De manera frecuente deambulaba por las calles de la colonia donde
vivía pidiendo comida para alimentarse él y a sus hermanos, empujaba un carrito
en el que trasladaba a uno de sus hermanos, quien tiene una discapacidad que le
impide moverse por sí solo. Sus vecinos, algunos de ellos incluso emparentados
con su padre, dos mujeres de 13 años, dos hombres de 15 y uno más de 11 años de
edad. Eran el terror de la colonia. Incendiaban casas, mataban animales,
apedreaban casas, robaban entre otras tantas conductas que por sí solas
debieron llamar la atención de los adultos. La comunidad donde vivían y
sucedieron los hechos es la colonia Laderas de San Guillermo, al margen oriente
de la ciudad de Chihuahua, en el municipio conurbado de Aquiles Serdán. El
entorno e historia social de esta comunidad está inmerso en la venta de drogas al
menudeo, ejecuciones callejeras, casas abandonadas que sirven como picaderos,
refugio de reos que son liberados
y se quedan a vivir en esta parte de la ciudad, ya que la cárcel o Centro de
Readaptación Social colinda con la colonia. A uno de estos cinco menores de
edad se le ocurrió “jugar al secuestro”,
para lo cual requerían una víctima. Inmediatamente pensaron en Chisthoper
Raymundo de seis años, a quien llamaron para participar en esta acción que le
arrebato la vida. ¿Cómo pensar que jugaban? ¿Cómo creer que las autoridades de
Chihuahua se quedaran con esa versión? Si la información da cuenta de un crimen
planeado minuciosamente por un grupo de personas menores de edad. Plan que
ejecutaron a sangre fría torturando al niño y asesinándolo, para posteriormente
cavar un hoyo en un lote baldío, enterrarlo, taparlo y colocar encima el
cadáver de un perro que también asesinaron. Esto con la finalidad de que el
olor fétido del cadáver del animal distrajera la atención del cuerpo del niño
enterrado. Ellos mismos, participaron en las acciones de búsqueda cuando la
familia y las autoridades activaron las alertas por su desaparición. No acepto
el dicho del juego. Fue un plan real, grupal, llevado a cabo con una gran dosis
de perversidad y sangre fría. Es de todos sabido que acciones como estás son
utilizadas e inducidas como prácticas de iniciación criminal. ¿Tendrá ya la
autoridad una línea de investigación en este sentido? Podemos desbocar toda la
furia colectiva contra estos cinco adolescentes que asesinaron a Chisthoper,
sin embargo también me pregunto: Si la niñez aprende del ejemplo ¿Qué están
viendo los niños, las niñas y los adolescentes en México que están superando
cualquier historia de terror? ¿Quiénes son la familia de estos muchachos y
jovencitas? ¿Cuáles eran sus dinámicas familiares que los llevaron a planear y
ejecutar este crimen? Como sociedad ¿Qué estamos haciendo? Guetos, en los
cuales se margina y excluye a personas de grupos sociales menos favorecidos,
¿esperando que? Que un día se perpetren crímenes como este para coléricamente
exigir que se haga algo. ¿Cómo gobiernos? No creo tampoco que ignoren estas
realidades de las colonias marginadas no sólo de Chihuahua, sino de todo el
país. Aquí mismo en Baja California se da cuenta de pandillas lideradas por
adolescentes, incluso por mujeres menores de edad y, ¿Qué pasa? Nada. Pareciera
que solo las cuentan, que la información sólo sirviera para enumerarlas y no
para el establecimiento de una política social que inhiba el crecimiento de
vidas en el subsuelo. Políticas criminales que no sólo tengan efectos
punitivos, sino que contemplen la prevención como el bastión de los esfuerzos y
presupuestos. Este caso nos debe de llevar no sólo al asombro, a la exigencia,
a la cólera del colectivo social, sino a evaluar en forma real las dinámicas
sociales y familiares que hoy por hoy están generando criminales menores de
edad. Esto es fuerte, y fuerte debe ser la reacción que genere. Para la
reflexión comparto con ustedes la cita de Karl A. Menninge: “Lo que se les dé a
los niños, los niños darán a la sociedad”.