Por Elvira Luna.
Es una constante
ver a candidatos cercanos que dicen ser parte de la gente y estar entre ella, a
diputadas y diputados lejanos de la ciudadanía. De candidatos carismáticos,
bonachones y empáticos, a diputadas y diputados que sólo cuidan intereses
partidistas al margen de los intereses ciudadanos. ¿Qué pasa en esa transición
de querer ser y lograrlo? ¿Qué pasa cuando el sufragio ciudadano les erige como gobernantes o legisladores? ¿Qué
de malo tiene el voto ciudadano que convierte a personas comunes –al menos esa apariencia dan- en enemigos
de las causas sociales? –ejemplos sobran-.
Les comparto, que
en muchísimas ocasiones que reflexiono, valoro y evalúo las políticas
gubernamentales y el quehacer de legisladores y gobernantes –hombres y mujeres-
así como sus resultados, me niego a aceptar la frase: “Los pueblos tienen el gobierno que se merecen”.
Y es que en la
antesala de la elección 2015, en la cual llevaremos a sus curules a 500
diputados y diputadas, nuestra responsabilidad ciudadana debe tener un tacto
agudo. No podemos cometer errores y seguir encumbrando a quienes no nos rinden
cuentas, aun cuando nuestra historia reciente comprueba que la memoria social
no existe o es flaca. ¿Por qué lo digo? En los últimos años, cada vez con mayor
frecuencia la sobremesa de cualquier hogar y la plática de cualquier café es
ocupada por la frustración ciudadana. Las conversaciones sobre los gobiernos
opacos y mediocres y la actuación cuestionable de funcionarios son una
constante, así como el tema de la ciudadanía alejada de las urnas en forma por
demás justificada ante candidatos y candidatas sin propuestas ni compromiso
ciudadano. Los gastos desbordantes de campañas y disparidad en elecciones,
diputados de lista y pluris que aumentan la inconformidad ciudadana, son
también un tema recurrente. Es por lo que algo no me “checa”. ¿Por qué si como
ciudadanía estamos tan insatisfechos con quienes hemos llevado al poder, los
mantenemos ahí y los seguimos encumbrando?
En la actualidad
existen cantidad innumerable de regidores, diputados locales y federales,
senadores, alcaldes, funcionarios de cualquier nivel y de cualquier partido,
que no han necesitado –en lo absoluto- que exista la reelección o se derogue la
“ley antichapulín”, ya que una ciudadanía laxa y distraída; que dice mucho pero
vota poco, que grita más en redes sociales pero no cuestiona ni exige rendición
de cuentas a sus gobernantes, que recuerda menos y olvida pronto; se ha encargado
si quieren con su acción o con su omisión, de ascender y perpetuar a personas
que nos han demostrado que lo menos que defenderán en el momento del debate y
la decisión política son los intereses de la ciudadanía.
Malos diputados
locales que el voto popular ha convertido en legisladores federales, malos
senadores que luego son alcaldes y viceversa, regidores que luego son
diputados, gobernadores cuestionados de corrupción –en el menor de los casos-
que luego son senadores y así la lista es infinita.
La consolidación de la vida
democrática es hoy por hoy el gran reto, lo preocupantes es que gran parte de
ello estará a cargo de partidos políticos que encuentran su espacio de confort
en leyes omisas, presupuestos excesivos y oposiciones tan ilegitimas como
alcahuetas. Cambiar esto si es un reto y una exigencia de la ciudadanía que
está en el extremo del hartazgo.
Lograr que la
ciudadanía gane, no sólo en el discurso sino en los hechos debe ser la gran
misión de los partidos políticos, que lejos de asumirse como actores
fundamentales y protagónicos de la consolidación democrática de México, han
preferido como viles bandoleros, empeñar y traicionar la confianza ciudadana y
apostarle a las canonjías, prebendas y beneficios personales y de grupo.
Es por eso que en esta
cuenta regresiva de la elección 2015, me niego a llevar con mi voto a personas
–hombres y mujeres- que no nos
respondan, que no nos representen, que nos olviden y que cuando regresen
nuevamente a pedir el voto, constate como una sociedad complaciente les asciende
de nuevo. ¿Y tú, que harás con tu voto? ¿Ya decidiste? Yo, lo estoy pensando,
porque hoy como nunca, nuestro voto dirigirá el rumbo que tomará este país. Para
la reflexión en esta ocasión obligado leer entrelíneas: “Somos víctimas de nuestras elecciones”. Nos leemos la semana
entrante.