¿Derecho de corrección o abuso?
Por Elvira Luna Pineda*
Prácticamente
todos los códigos civiles o de derecho de familia del país establecen el “derecho
de corrección”, estableciendo este como como la “facultad que tienen quienes
ejercen la patria potestad o custodia de un hijo o una hija, para corregirlos,
educarlos convenientemente y observar una conducta que sirva de buen ejemplo”.
Esta facultad o derecho necesario y natural ha derivado en gran cantidad de
casos, en formas de abuso infantil que trascienden en la violación de derechos.
Analicemos. De acuerdo con estudios y artículos que sobre el tema ha aportado
el Fondo de las Naciones Unidas para la protección de la Infancia (UNICEF),
puede afirmarse que en todas las culturas a lo largo y ancho del mundo existen
formas naturalizadas de violencia que –tal vez en forma inconsciente- se están
transmitiendo a la niñez como formas de resolución de conflictos. Paradójicamente
cada vez más se habla incluso en ámbitos jurídico-legales de formas alternativas
de resolución de conflictos tales como la conciliación y la mediación. Sin
embargo en la vida real, ya sea en casa, escuela, calle o en el seno de
cualquier hogar de todos los medios económicos se está enseñando a niños y
niñas cosas muy distintas. Es por lo cual es oportuno plantearnos las
siguientes interrogantes: ¿qué estamos enseñando a nuestros niños y niñas
cuando utilizamos el castigo físico contra ellos? ¿Que recurrir a la agresión
es una manera válida de resolver los problemas? ¿Que si una persona hace algo
que nos disgusta, es aceptable golpearla? ¿Qué un golpe o una bofetada son
aceptables cuando no coincidimos en opinión con otra persona? Pues tal parece
que sí. De acuerdo con UNICEF el abuso
infantil como forma de ejercer el derecho de corrección constituye un
preocupante patrón mundial. Los castigos por medios violentos son contundentemente
la forma de disciplina más frecuente usada en la infancia. Entonces, ¿Cómo
queremos paz en las calles si en casa estamos “educando” a través de la violencia?
De acuerdo con una encuesta realizada por UNICEF, llevada a cabo en 62 países, en promedio casi 1.000 millones de niños y
niñas con edades comprendidas entre los 2 y los 14 años habían sufrido castigos
físicos en sus hogares durante el mes anterior a la realización de la encuesta.
De acuerdo con el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas el
castigo corporal o físico está definido como “cualquier castigo en el que se utilice la fuerza física y que tenga por
objeto causar cierto grado de dolor o malestar, aunque sea leve”.
Alrededor de cuatro de cada cinco niños habían sido
sometidos a castigo físico y/o a agresión psicológica, mientras que un 17%
había sido disciplinado con severidad (por ejemplo, golpes en la cabeza, la
cara o los oídos; o golpes fuertes y repetidos).
Los
efectos de muchos tipos de violencia pueden causar daños a la salud física y
mental de niños y niñas que la padecen, existiendo además de acuerdo también
con UNICEF, abundantes pruebas de que los
métodos disciplinarios violentos se relacionan con deficiente salud mental y
física más adelante en la vida, mayor violencia y agresión, y deterioro de las
relaciones familiares, entre otras consecuencias.
En
el ámbito legislativo tanto a nivel local como nacional se han implementado
reformas tendentes a la eliminación de todas las formas violentas hacia la
niñez, ya sea en el hogar, la escuela y otros contextos sociales, sin embargo
es bien sabido que los problemas sociales no terminan por decreto y que la
inclusión del derecho punitivo en ámbitos de violencia en el hogar no han
logrado desterrar prácticas que desafortunadamente se siguen tolerando como
parte de la “vida privada de las familias”
y más aún como formas de ejercer “el
derecho de corrección hacia hijos e hijas”. Definitivamente el respeto al
derecho de la niñez para crecer y desarrollarse en entornos de paz son aun
incipientes y poco difundidos, bien valdría la pena en esta época de campañas,
que cuestionáramos a quienes buscan un puesto de elección popular sobre sus
propuestas serias y puntuales sobre este y otros temas que son totalmente
marginados, ya que al parecer la creatividad para impulsar propuestas sobre
políticas en materia de seguridad ciudadana se restringe a grandes presupuestos
para armas y equipos bélicos. Y así, ¿cuándo tendremos paz? Definitivamente, la
violencia no es inevitable, se puede prevenir y es fundamental actuar ya,
creando entornos seguros que permitan a los niños y las niñas crecer libres de
temor. Ese temor que incluso puede nacer en casa. Mientras esperamos para
leernos la semana entrante, les invito a reflexionar con la siguiente frase: “Los
niños son castigados cuando los adultos se quedan sin argumentos”.
Twitter: @mujeporlapaz