La
hermanastra de Blake…
Por Elvira Luna
Pineda
Ex Diputada
integrante de la XVIII Legislatura de Baja California
El 22 de mayo pasado, José
Francisco Blake Mora, “el Blake” como solíamos llamarlo quienes en vida lo
conocimos, hubiese cumplido 48 años de edad. Con el poderoso ex Secretario de
Gobernación compartí una importante etapa de mi vida parlamentaria. El día de
mi cumpleaños del año 2011, -año de su muerte- recibí en mi oficina en la
Ciudad de México un fino sobre cerrado remitido en papelería oficial del
Secretario. Cuando me lo entregaron, ya todo el edificio se preguntaba qué era
lo que el Secretario me había enviado. Era una tarjeta de felicitación en una sobria,
elegante e institucional tarjeta firmada por Blake como secretario de Segob.
Cuando le llamé para agradecerle me dijo: “Hermana, tenemos que platicar”, y
así fue. Unas semanas antes de la fatal noticia que nos sacudiría a propios y
extraños, Blake me recibió en su oficina en el histórico Palacio de Cobián en
el Paseo de Bucareli. Era una mañana de lunes, casi al mediodía, tenía varios
meses sin verlo y mi principal impresión fue su nueva imagen que mostraba gran
pérdida de peso. Con este tema empezó la plática. la dieta, la necesidad de
cuidarnos por aspecto y salud, además de hablar de su gran responsabilidad y
experiencia al estar al frente de la Segob; me mostró fotos de sus hijos para
que viera lo grandes que estaban, hablamos de la situación del país, entre
otros temas aderezados con varias tazas de café. Pasada la hora de estar ahí yo
me sentí incomoda al pensar que por su investidura, le estaba quitando tiempo
valioso, ya que aun cuando siempre lo vi como “par”, sabía que su
responsabilidad en el país no era menor, por lo que decidí decirle: “Blake, yo
soy obrera y tú eres el Secretario de Gobernación así que cuando quieras que
concluyamos nuestra platica no creas que me sentiré ofendida, al contrario, te
agradezco el detalle de darte el tiempo de platicar y en tu misma oficina, con
todo lo que este lugar representa”. Su respuesta, en tono pausado como él
siempre hablaba fue: “No te preocupes, esta platica te la debía, tenemos mucho
que hablar, y poner sobre la mesa lo que ha sido el pasado y lo que puede ser
el futuro”. Y con esta frase continuamos una larga charla de más de tres horas.
La operación cicatriz, la rudeza innecesaria y la construcción del proyecto
2013 se apoderaron de la conversación. Blake solía llamar “hermano” a gran
parte de las personas con las que se relacionaba, creo que lo hacía como una
forma de romper el hielo y tersar el ambiente de negociación política para convertirlo
en camaradería, tema en el cual se movía como pez en el agua. En alguna ocasión
en una discusión parlamentaria, la palabra “hermano” iba y venía. El problema
fue cuando al quererse referir a mí no supo si decirme “hermano” o “hermana”, y
al tartamudear por tratar de encontrar una palabra con la cual nombrarme yo le
repliqué: “dime hermanastra, porque ese trato es el que me das”. Un silencio se
hizo en la sala y luego quienes ahí estábamos reímos, alisando la discusión y
relajando el tenso ambiente político en el que nos encontrábamos. Este recuerdo
y el tema de “la hermanastra” también fueron motivo de la conversación en
Bucareli. La noticia de su muerte fue tan impactante para mí, tanto, como ver
el afán carroñero de quienes se decían “sus amigos” y en consecuencia se
sintieron legítimos herederos de la carrera política de Blake. No fue así, su carrera
y su futuro murieron con él. En memoria del hermano Blake.